LA MASONERÍA BAJO LA DICTADURA
FRANQUISTA
El franquismo no hizo sino
agravar e intensificar la fobia y la saña que los fascismos europeos
de los años veinte y treinta habían lanzado ya contra la Masonería. En
esta represión, ningún dictador como Franco ha llegado tan lejos en el
acoso y métodos empleados, hasta convertir el antimasonismo en un «leit-motiv»
de su régimen, bajo la teoría del «contubernio».
Desde la dramática fecha del
golpe militar de 1936 se precipita una vertiginosa cuenta atrás contra
los masones y va surgiendo una curiosa legislación antimasónica,
reflejo de la obsesión de Franco por este asunto. El 15 de septiembre
de 1936 se publicó su primer decreto contra la Masonería, cuyo primer
artículo dice así: «La Francmasonería y otras asociaciones
clandestinas son declaradas contrarias a la ley. Todo activista que
permanezca en ellas tras la publicación del presente edicto será
considerado como reo del crimen de rebelión». Pero en esa fecha,
muchos masones españoles habían sido ya fusilados. Una de las primeras
medidas de los sublevados en 1936 fue el asalto, saqueo, incautación y
destrucción de los locales masónicos, al igual que se hizo con centros
obreros o del Frente Popular. El franquismo metía en el mismo saco a
masones y marxistas, conceptos muy dispares entre sí. De este modo, el
local de la logia Turdetania de Córdoba fue incendiado. El
templo masónico de Santa Cruz de Tenerife fue incautado y convertido
en sede de Falange. Mientras tanto, cundía una auténtica fiebre
incautadota de documentos masónicos por toda la zona franquista, que
se remitían rigurosamente vigilados al Servicio de Recuperación de
Documentos de Salamanca, a fin de que sirvieran de base par la
magna campaña depuradora que se tenía planeada.
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Templo
Masónico en la tinerfeña calle de San Lucas que fue
construido entre 1899 y 1904 por la logia Añaza.
Tras la Guerra Civil fue incautado y pasó a la Falange. Hoy
pertenece al Ayuntamiento |
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Pero antes que cualquier simple depuración, tuvo lugar la más radical
de todas, la represión física, es decir, el fusilamiento, sobre todo
en el verano de 1936. En las grandes matanzas franquistas de 1936
ocuparon lugar cualificado muchos masones, aunque cuantitativamente la
represión se cebara en las organizaciones obreras y del Frente
Popular. El fusilamiento de masones no esperó a ninguna legislación al
respecto.
De la logia Helmantia
de Salamanca, fueron fusilados 30 masones, entre ellos un pastor de la
iglesia evangélica. De la logia Constancia de Zaragoza,
perecieron otros 30 afiliados. Del triángulo Zurbano, de
Logroño, fueron fusilaron a 15 miembros; del triángulo Libertador
de Burgos, a siete, y del Joaquín Costa de Huesca, otros siete.
De la logia Hijos de
la Viuda de Ceuta, a 17. De
la logia Trafalgar, de Algeciras, fueron fusilados 24; de la
logia Resurrección, de La Línea, mataron a nueve, a siete los
condenaron a trabajos forzados, mientras otros 17 lograron refugiarse
en Gibraltar. De la logia Fiat Lux, también de La Línea,
fusilaron a tres, que no lograron, como otros, escapar a Gibraltar o a
Tánger.
De la logia Vicus, de
Vigo, salvo muy pocos que consiguieron la huida, los demás fueron
eliminados. Igual suerte sufrieron casi todos los masones de La
Coruña, entre ellos el jefe de Seguridad, comandante del Ejército,
Quesada, y el capitán Tejero. La matanza fue igualmente masiva entre
los hermanos de la logia Lucus, de Lugo, al igual que los
masones de Zamora, gran parte de los de Cádiz, los de las logias de
Granada, hasta un total de 54, entre ellos el ilustre oftalmólogo
doctor Rafael Duarte, profesor de la Facultad de Medicina, y su hijo,
también doctor. Igualmente fueron asesinados todos los masones de
varias logias de Sevilla, entre ellos Fermín de Zayas, ilustre
militar, miembro del Supremo Consejo, y su hijo. En Valladolid
fusilaron a 30 de la logia Constancia, entre ellos al
Gobernador Civil, que era masón. Los ejemplos podrían continuar con
otras muchas ciudades y capitales.
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Pablo Troyano Moraga (1889-1836), periodista, tipógrafo y
presidente de la Diputación de Córdoba. Fusilado. |
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En Córdoba, el 28 de julio
mataron al ex diputado de las Cortes Constituyentes Joaquín García
Hidalgo, miembro de la logia Turdetania. En agosto sufrieron el
mismo trágico fin el eminente médico Manuel Ruiz Maya, de la misma
logia, a igual que José Guerra Lozano, que había sido presidente de la Diputación. En
septiembre fusilaron al destacado epidemiólogo doctor don Sadí de Buen
Lozano, cuyo hermano Demófilo ostentaba cargos directivos en el Gran
Oriente Español. Más tarde mataron a otro miembro de Turdetania,
Pablo Troyano Moraga, también ex presidente de la Diputación, después
que fue denunciado como masón por el cura de su barrio.
El 21 de diciembre de 1938,
Franco decretó que todas las inscripciones o símbolos de carácter
masónico o que pudieran molestar a la Iglesia católica fueran
eliminados de todos los cementerios de la zona nacional en el plazo de
dos meses. Para entonces se había consumado la primera gran etapa de
represión de la Masonería, la del comienzo de la guerra, que se
caracterizó por la máxima severidad, es decir, el fusilamiento.
Todavía en octubre de 1937 eran fusilados en Málaga 80 prisioneros
acusados de masones, lo cual no quiere decir que todos lo fueran, sino
que tal acusación tenía suficiente entidad para cualquier eliminación.
Como balance cuantitativo puede asumirse el informe de la asamblea
anual de Masonería, que se celebró en Madrid los días 15 y 16 de
diciembre de 1937, según el cual todos los hermanos que no habían
podido huir de la zona franquista habían sido asesinados.
La Masonería vuelve a quedar
incursa en la ilegalidad franquista en la célebre Ley de
Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, donde, junto con
todos los partidos del Frente Popular y sindicatos, se declaran (una
vez más) fuera de la ley todas las logias masónicas.
El 1 de marzo de 1940 se
dictó la principal ley antimasónica del Régimen, la Ley
para la Represión de la Masonería y el Comunismo.
Las penas iban desde la incautación de bienes hasta la reclusión
mayor. Los masones, aparte de las sanciones económicas, quedaban
automáticamente separados de cualquier empleo o cargo de carácter
público. Se establecieron penas de veinte a treinta años de prisión
para los grados superiores, y de doce a veinte para los cooperadores.
La depuración llegaba a tal extremo que impedía formar parte de un
«Tribunal de Honor» a quien tuviera algún pariente masón hasta segundo
grado de consanguinidad. Con esa misma fecha quedaba constituido el
Tribunal Especial para la
Represión de la masonería y el
Comunismo, Tribunal que estuvo en vigor hasta la creación del Tribunal
de Orden Público en 1963. El de la Masonería fue suprimido el 8 de
febrero de 1964.
El 1 de julio de 1941 una orden
circular lanzó una nueva campaña de expediente depuradores que podía
afectar a cualquier cargo civil o militar del Estado español, en sus
múltiples administraciones, tanto nacionales como provinciales o
locales. Sólo en 1942 se sustanciaron 3.699 expedientes, de los que
resultaron positivos 924, es decir, la cuarta parte. Por otra parte,
el hecho de que en el Servicio de Documentación de Salamanca se
acumulan unas 80.000 fichas de supuestos masones (cuando en 1936 no
rebasaban la cifra de 5.000) revela las dimensiones de la llamada
cruzada antimasónica y la fiebre acusatoria que existió en el seno del
Régimen.
En el sentido plenamente
judicial actuaba el ya citado Tribunal Especial para la Represión de
la Masonería, que extendía sus actuaciones no sólo a presentes en el
país con antecedentes masónicos, sino también a los que se hallaban en
el extranjero. Así, no es extraño encontrarse en el que fue Archivo de
los Servicios Documentales de Salamanca sentencias condenatorias
contra Martínez Barrio, Jiménez de Asúa, Casares Quiroga y otros, en
unos términos pintorescos, aplicándoles el «alias» como a viles
delincuentes, como podía leerse en la prensa: «Se condena a Diego
Martínez Barrio, alias “Verniaud”, venerable maestro, soberano,
inspector, comendador, gran maestro nacional, a la pena de 30 años de
reclusión mayor con inhabilitación absoluta; a Luis Jiménez de Asúa,
alias “Carrara”, maestro masón de la logia Danton, a 20
años de reclusión mayor con inhabilitación absoluta; a Augusto Barcia,
alias “Lassalle”, gran maestro, a 20 años de reclusión mayor e
inhabilitación absoluta; a Santiago Casares Quiroga, alias “Saint
Just”, maestro masón de la logia Suecia, a 20 años de reclusión
mayor con inhabilitación absoluta».
En conclusión, la obsesión
antimasónica del Régimen de Franco, con toda su teoría del
«contubernio judeo-masónico-marxista», incluso con tintes de cruzada,
hay que entenderla dentro del contexto internacional de la evolución
de los fascismos europeos y dentro de la gran crisis de la democracia
liberal en torno a los años treinta. Los dictadores que emergen
entonces consideran ante sí dos flancos adversos que deben eliminar de
raíz: por un lado los teóricos de la «libertad, igualdad y
fraternidad», defensores de los derechos del individuo, la tolerancia,
la libertad de creencias y del sistema democrático, en contra de
absolutismos o dictaduras, es decir, los masones y librepensadores; y
por otro lado, los movimientos obreros y el espectro del triunfo de la
revolución rusa. Contra unos y otros actuaron drásticamente desde
Mussolini a Franco, pasando por Hitler.
Extractado de: Francisco Moreno
Gómez, “La masonería bajo la dictadura franquista”, en La Masonería
Española (1728-1939). Exposición, Alicante-Valencia, 1989, pp.
137-144.
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